Apenas damos un paso fuera del restaurante del Hotel Balneario de Segura de los Baños nos encontramos rodeado por un bosque de ribera. Parece mentira que en cuestión de 10 metros podamos encontrar todas las comodidades y caprichos de un hotel de cuatro estrellas.
Bajamos por un sendero sencillo, que continúa el recorrido del TE-110 que hace una ruta por el alto Aguasvivas. Enseguida nos rodean chopos y sabinas. El río ya se intuye, y se oye más que se puede ver. Ya que la espesura de zarzas nos roba la visión del suelo, mientras que las apretadas copas de los árboles luchan por la luz solar.
Hasta este mismo sitio llegaban en su día las huertas de los vecinos, donde cada centímetro se trabajaba. Testigo de aquel uso son los bancales de piedra que se ha comido la vegetación. Imagino que aquellos de más difícil acceso para trabajarse con herramientas mecánicas quedarían abandonados los primeros.
El encanto de este trozo de bosque umbrío no requiere explicación. En el momento en que abandonamos la permanente vista de los buitres nos metemos en el terreno de otras aves. Aquí nos encontramos desde el gracioso petirrojo, está el colirrojo tizón, los esquivos agateadores, las currucas y el abejaruco.
La sinfonía de cantos es impresionante en los atardeceres y amaneceres. De insectos poco puedo hablar, ya que poco conozco.
A pocos metros de aquí se encuentran las surgencias de agua minero medicinal que dan a este municipio su fama. Estas aguas fueron ya celebradas por sus cualidades beneficiosas para el cuerpo humano. Bicarbonatadas, con propiedades para el aparato digestivo y respiratorio. Apropiadas para los procesos reumáticos y benéficas para la piel.
En tiempos parece ser que de este manantial se tenían noticias milagrosas, relacionándolo con Santa Lucía por ser bueno para las afecciones oculares. En la otra orilla está cubierto por las zarzas otro manantial, que no puedo ubicar debido al crecimiento de la vegetación. Este se trata de aguas ferruginosas, con un potente aporte de hierro. Estas daban fuerzas a quien le faltaban, tras una novena de beberlas en ayunas era remedio para la anemia. Pero este fuerte sabor hacía que no fuera grato, y cayó en el olvido. Las aguas agrias seguirán pues manando sin que nadie las vea, de momento.
Si continuamos nuestro camino en seguida nos toparemos con las huertas de los vecinos que aún las siguen cultivando. La propuesta es variada: cerezos, almendros, nogales, ciruelos, perales. A lo largo del año tendremos nuestros caprichos del bosque, desde los higos del verano a los rebollones del otoño.
Las propias huertas están llenas de patatas, cebollas, ajos, pimientos, calabazas, lechugas para deleite del que las trabaja. Es mayormente un entretenimiento, pero de los mejores que puede haber. En unos cuantos metros cuadrados de tierra cultivada hay mucha actividad y saber. Proporcionando alegría y quehacer a los que la mantienen.
Lo siguiente que encontramos son un conjunto de batanes. Uno de ellos de un tamaño que llama la atención se encuentra en ruinas, habiendo sido en su día una fabrica de harinas. Donde la fuerza del agua movería la maquinaria encargada de reducir a polvo el cereal. La estructura de piedra seca e mantiene en pie con orgullo a pesar de haber perdido la techumbre.
Al volver me planteaba en como al alcance de la mano he ido experimentando la salud. El aire fresco de la montaña, donde estamos a más de 1000 metros sobre el nivel del mar. Si contaminación alguna, con el sol y la brisa en la piel. Rodeado de comida natural, con las aguas siempre de fondo y viendo también como la vegetación puede tener propiedades beneficiosas.
Vemos rosa silvestre, manzanilla gorda, manzanilla romana, malvas, tomillo, romero. Todas con sus aplicaciones favorables para el cuerpo humano.
Que maravilla de paseo por este rincón de Teruel.